jueves, 9 de mayo de 2013

EL CASTILLO DE DARTH VADER

En el hermoso castillo del Mal de afiladas torres,
un Darth Vader invisible transformado en Drácula
a hurtadillas se introduce en el patio mexicano
cuyo seco y amargo estanque sin fondo
en silencio se traga la luz infame del lejano astro que ya fue devoradado 
por un pavoroso y mortal agujero negro.

En el salón colonial tiritando de pánico 
de la casa en la que Júpiter morara durante siglos,
intento visionar la película Star Wars,
mientras el actor que daba vida a Luke Skywalker,
aunque ya hace millones de años que está muerto,
departe con Obi Wan en la fría cocina,
ajeno al peligro frugal que le acecha,
en el planeta alejado de todas las galaxias.

Rodeado por montañas de granito solitario
en el porche de la fortaleza de ladrillo
en el que se apila una colección de jaulas de hierro,
una extraña bestia me ha mordido el brazo
provocándome maldición como en la Princesa Mononoke,
bajo el hastío de luz de una luna que no existe.

Y el Obispo siniestro enseña a los niños cascadas y jardines,
y puestas de sol imaginarias
y el horror de tener que hacerse mayores
en este planeta mineral desierto
donde la noche nunca se transforma en día.

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