lunes, 3 de junio de 2013

IOWA, OSAKA, MADRID

Iowa,


en el país donde a un escorpión prende fuego un niño,
dos adolescentes bailan alrededor de un cactus,
entre ovaciones del populacho totalmente embrutecido
que dormirá dentro de poco en el colchón de faquir,
tan lejos y tan cerca del misterioso Unicornio.


El mono de la película de Kubric


encontró el botón para borrar del mapa a quien le lleve la contraria,
y el presentador habla como si estuviese drogado,
en el único país sin poesía


Oh, vírgenes eternas:


ojos de neón,
con un clavel ocultándole el sexo,
lanzando láseres azules por los ojos
para domesticar a un mono en una caja de Skinner,
deseando a su vez la caja y la mortaja,
por eso le encantaría besar al Canibal.


El Oso


que fue muchísimo más rápido que el Vaquero,
recorriendo más distancia en muchísmo menos tiempo
fue engañando, envenenado, ultrajado
y obligado a tragar petróleo y nieve
y a abandonar a todos sus cachorros, 
ante el gran Cazador, sanguinario Saturno,
su piel vendida a tiras por los mercaderes de la muerte.

Soy el instante en el que se extinguieron
en un grano de arena
los dinosaurios


Soy los gusanos
que se comieron el cadáver
de Robinson Crusoe


Soy el aullido
en la noche árida
que mantiene unidos
al buitre y la tortuga


Soy el Invencible
de párpado azul
y pupilas amarillas
en el país de los gladiadores

Entretanto,


la Virgen, destilado el aroma más sublime, cual soneto perfecto de Stepháne Mallarmé,
en octosílabos, desflorando en un tranquilo estanque
donde se refleja pálida y vergonzosa la luna,
insinuando un sinfín de imágenes morbosas,
se tendió en la ligera película de sus sueños,
para morir, tras besar a su hermana gemela rubia
y secreta amante, talento desperdiciado.

Así,


se cerraron por fin para siempre
los últimos ojos que vieron a Helena,
igual que se cerrarán un día para siempre
los ojos que vieron atacar naves en llamas
más allá de Orión.


Y mientras Saturno


seguía comíéndose a los osos pequeños
y el Gángster sobornaba al decrépito Mustafá,
el Chacal resistia,
-el que resiste vence-,
mil torturas:
"Ha llegado la hora de morir."


El Chacal,


junto con el Mago de la bola con su dribbling de oro
detuvo al Gigante con pies de barro
inaugurando la era de los cubatas sin hielo,
abominable fiesta guarra para gurmets sin escrúpulos,
¡qué miedo, mamá!, ¡ay, que miedo! -pues llamamos a Mourinho-,
y así es como escribí esta poesía en el móvil,
en el metro de la ciudad más fea del mundo,
auténtica chatarra anarco-capitalista,
Osaka Strut.


Pero en Madrid,


el Embustero comía a dentelladas la oreja del Borracho
sobre los valores de nuestra eterna Democracia,
mientras que el Nigromante,
interpretado por Brad Pitt interpretando a Aquiles,
succionó finalmente el foie al dulce oporto
de la chica (vio timidez, desprecio y miedo)
en el absurdo baile de máscaras;
espectáculo decadente y fofitesco
que todavía algunos llaman España.

En una realidad paralela igual de absurda,


pero que al fin y al cabo es la única que tenemos
los súdbitos, a quienes habían tapado los ojos con cemento,
condicionados para odiarse a sí mismos,
por fin dejaron de leer periódicos,
-al fin de al cabo, no lo necesitaban, porque eran ciegos-,
teniendo desde entonces acceso a la cultura
cristiana y ovoidal ¡interesante calabacín!
en declive, en directo y sin ensayos
del Retorno del Jedi, lo cual me recordó,
aunque no tenga nada que ver con ese asunto,
ya hartos de esperar eternamente a Mister Marshall,
cuando el único presidente legítimo
visitó el festival de Venecia
y saludaba con amabilidad a amigos y admiradores
en una soleada tarde de invierno

No hay comentarios:

Publicar un comentario